lunes, 24 de agosto de 2009

Una mujer que navega a favor de la corriente.

Enrique Ubieta Gómez
Vaya, esto sí es gracioso. ¿Cuales son las corrientes y las contracorrientes de este mundo? Cuando en 1995 fundé junto a Rubén Zardoya la revista Contracorriente, nuestro propósito era desmarcarnos de la corriente mundial que obligaba a los intelectuales rojos a convertirse en rosaditos, y a los rosaditos en marrones o azules. Fue el momento en que los "duros" de la izquierda calcularon que el barco podría hundirse en alta mar --así de inmensas eran las olas--, y prefirieron marchar a tierra firme: la mayoría pasó del rojo carmesí al azul, sin transiciones. Se dejaron guiar por un gurú errático, que profetizaba que aquella era la hora final del socialismo cubano. Hay dos ejemplos paradigmáticos: Jesús Díaz, el secretario del Partido del ICAIC y guionista de Polvo rojo, uno de los pocos filmes cubanos que clasifica dentro del llamado "realismo socialista" y Raúl Rivero, poeta conversacional, cantor de la Revolución. Eso para no hablar de arte menor; hace unos días HB puso en su blog un video de la televisión miamense con un ejemplar de colección: Osvalo Rodríguez, creador de marchas revolucionarias. No cabe dudas que aquella era la corriente, ampliamente estimulada por los medios, las academias y los políticos occidentales. Los intelectuales que se resistieron y asumieron la contracorriente, que es la que se mueve en la profundidad de los oceanos y establece el sentido verdadero de sus aguas, fueron alegremente calificados por un conocido trío de ideólogos de derecha como "idiotas". Así que nuestra revista iba a contracorriente; nosotros pusimos de moda el término que después asumió un concurso internacional de ensayos del ICL y una colección fílmica de entrevistas a "bichos raros" de todas las profesiones que preparó (y prepara) el ICAIC. La desconocida "famosa bloguera" a la que hoy El Nuevo Herald califica como "una mujer a contracorriente" se refugió en los difíciles noventa en Europa, como estipulaba la corriente y ante el fracaso de su estancia, prefirió aceptar el encargo de trabajar a favor de la corriente dentro de su país. Yo conozco a muchas blogueras a contracorriente en Cuba: ninguna se llama Yoani. Los premios internacionales de PRISA no lo reciben quienes marchan a contracorriente, sino quienes apoyan la corriente, y se mueven según sopla el viento. Es inútil que la derecha insista en autoproclamarse de izquierda y que intente hacer pasar a la corriente como esforzada contracorriente. Pero indica que el prestigio que ostentaba en los noventa se ha esfumado, y que la izquierda ha recuperado su lugar.

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