viernes, 5 de junio de 2009

LA GUERRA CULTURAL CONTRA EL CHE

Quiero publicar en junio diversos acercamientos a la figura de Ernesto Che Guevara y a la guerra cultural que intenta sin éxito desacreditarlo. Empiezo por compartir con mis lectores un fragmento del magnífico libro Imperialismo del siglo XXI: las guerras culturales (Casa Editora Abril, 2009, 515 pp.), que el ensayista e historiador Eliades Acosta Matos presentó en la pasada Feria Internacional del Libro de La Habana. Prescindo en mi selección de sus abundantes llamados a pie de página y de sus referencias bibliográficas, que dificultarían la lectura y alargarían aún más un texto inevitablemente extenso. El título es mío, porque el fragmento pertenece al capítulo VII: “¿Un nuevo rumbo cultural para la nave de los locos?” Para los lectores que no conocen qué es Penúltimos días, reproduzco de forma excepcional la correspondiente nota del libro: “Blog Penúltimos Días: Surgido, inicialmente, como Últimos días de Fidel, nombre que cedió su lugar al actual, después de ser enmendado por la terca realidad, como lo fuese en su momento el libro de 1992, de Andrés Oppenheimer, titulado La hora final de Castro: la historia secreta detrás de la inminente caída del comunismo en Cuba. Lanzado inmediatamente después de conocerse la “Proclama al Pueblo de Cuba”, de Fidel Castro, el 31 de julio del 2006. Según su editor, Ernesto Hernández Busto, fue creado por Emilio Ichikawa, Néstor Díaz de Villegas y el propio Hernández Busto. En la actualidad reconoce la colaboración permanente de 12 escritores, artistas e intelectuales cubanos radicados en diferentes partes del mundo, unidos por su oposición a la Revolución y al socialismo”.

La guerra cultural contra el Che, desde Penúltimos días.

Eliades Acosta Matos

No hay espacio de la historia ni del presente, ni creación artística o literaria, ni descubrimiento científico, ni rama de las actividades intelectuales, que hoy se pueda considerar a salvo de las incursiones de los que combaten en el terreno cultural, contra la Revolución. Ellos, frecuentemente, fueron formados en las escuelas y universidades cubanas, conocen la vida en la isla, nuestras debilidades y errores, nuestras fortalezas y victorias. En las primeras hurgarán, sin misericordia, tratando de desmoralizar y debilitar, sembrando dudas y desconfianza hacia el futuro. Si hablan de las segundas, será para minimizar o manipular la verdad, o achacar los éxitos al esfuerzo individual, o a la tradición prerrevolucionaria; jamás lo atribuirán a ninguna medida o programa puesto en práctica después de 1959. Veamos, por ejemplo, cómo se ataca, en esta guerra, a la figura y al legado de Ernesto Che Guevara.

Si el 21 mayo del 2008, en el Festival Cinematográfico de Cannes, la película Che del norteamericano Steven Soderbergh, que cuenta con las actuaciones del actor puertorriqueño Benicio del Toro y del mexicano Demian Bichir, provocó una larga ovación del público, le concedió a Del Toro el Premio a la mejor actuación masculina, y provocó el titular de El Mundo, de España: “Soderbergh revoluciona a Cannes con Che”, esto no fue suficiente para quienes no pueden admitir que algún habitante del planeta muestre respeto o admiración por este símbolo revolucionario.

En octubre del 2007 se conmemoró en todo el mundo el cuarenta aniversario de la muerte del Che. En uno sólo de los blogs de la contrarrevolución ilustrada cubana, Penúltimos Días, de Ernesto Hernández Busto, radicado en Barcelona, entre el 29 de septiembre del 2007 y el 30 de mayo del 2008 se publicaron 41 posts relacionados de alguna manera con el Che, todos críticos hacia su figura o su reflejo en el arte, los medios o la literatura. En muchos casos se recomendaban enlaces con otros artículos y ensayos, siempre de autores contrarios al Che. Veamos algunos de estos posts, para poder entender el tipo de guerra cultural a la que Cuba se enfrenta.

Alrededor de la exposición “Che, Revolución y Mercado”, de la curadora inglesa radicada en México Trisha Ziff, que se presentó en el Palau de la Virreina, de Barcelona, del 25 de octubre del 2007 al 20 de enero del 2008, PD realizó una amplia cobertura. La intención original era mostrar, a través de 300 objetos con la imagen del Che la manera en que la fotografía de Korda ha adquirido vida propia, “como fetiche de consumo global, más allá del personaje que lo inspiró… Una exposición donde queda lugar para la mitificación y la parodia. Un proyecto iconográfico e iconoclasta”. No cuesta trabajo comprender que este punto de vista de la curaduría propiciaba un acercamiento absolutamente desideologizado al Che, hábil manera de manipular los símbolos revolucionarios, vaciándolos de contenido, un método muy socorrido en las guerras culturales. “La significación del Che en los tiempos modernos –concluye revelando Trisha Ziff, en un artículo publicado el 21 de abril del 2008--, se relaciona menos con el hombre que fue y su idea de crear una sociedad mejor. Pienso que tiene que ver más con el poder de la imagen, estemos de acuerdo o no con sus principios”.

A pesar de la declarada intención evasiva de la exposición, PD brindaba a sus lectores un vínculo con la protesta del Partido Popular, expresada por Angels Steller, vocero del PP en el Ayuntamiento de Barcelona, antes de la inauguración: “pues esta figura no merece que se le dedique una exposición, pues era un guerrillero que defendía métodos violentos para acceder al poder”. No se perdía la oportunidad para hacer público lo que la misma costaría al Ayuntamiento: 200 mil euros. El mensaje se completaba con esta cifra: muerta la ideología del odio y la violencia, quedaba el icono vacío. La manipulación comercial se encargaría de darle un nuevo sentido. Una victoria más del mercado y sus fetiches, especialmente del capitalismo, sobre los revolucionarios que soñaron abolirlo.


Los vínculos a artículos y ensayos de otros autores relacionados con el Che, que en este período seleccionó gentilmente para sus lectores el editor de PD, merecen un comentario aparte. Veamos algunos, pues, parodiando a un dicho popular cubano, en la recomendación está la trampa:

29 de septiembre del 2007, artículo “Che versus feti-che”, de Iván de la Nuez, publicado en El País, una reseña de la exposición de la Ziff presentada, oh casualidad, en el centro cultural que desde el año 2000 dirige en Barcelona. A la ya explicada derrota del revolucionario ante la fuerza del mercado, agrega de la Nuez, otra suma de fracasos: “… firmó los billetes con desprecio y llegó a predecir el fin del dinero, en cambio hoy aparece –no su firma, sino su cara--, en dinero que manosea cualquiera. Fue ateo hasta la médula y alertó de que era el Anticristo, pero una exposición titulada precisamente Passion, en Italia, incluyó su foto muerto, y David Kunzle lo ha llamado ‘Chesucristo’… (En las capitales del mundo, la imagen del Che) no conmina al sacrificio o a la inmolación, sino a participar de la sociedad de consumo en toda su magnitud. Es más, para poder apreciar esa imagen en toda su polisemia, es obligatorio salirse de los predios cubanos, donde su rostro tiene una carga unidimensional”. Derrotado el Che, en toda la línea, según de la Nuez, sólo resta deslizar, como de contrabando, la acusación de haber sido, además, un hábil manipulador mediático, restándole el valor a la espontaneidad del gesto que captó Korda en aquella foto memorable. “Rodrigo Fresan me ha apuntado: A mi no me engaña ese hombre, tienen que haber practicado mucho ese rostro y esos rasgos frente al espejo…”. Y para concluir la obra de amorosa demolición, un consejo a los ideólogos del capitalismo: “una maquinaria (la capitalista) tan cínica que fue capaz de convertir al Che en fetiche, ¿será ahora tan torpe que convertirá al fetiche en Che? ¿Le dejará al personaje exclusivamente su valor subversivo, para que afloren su legado y sus maneras a la inestable vida que hoy vivimos? ¿Despojará a su figura de su neutralidad pop para exponer a los cuatro vientos el ejemplo de un enemigo carismático y letal…?”.

El 5 de octubre, el editor de PD nos recomendaba la lectura de El Che, el déspota de un oscuro reportero español de la BBC, asentado en Londres, nombrado Rafael Estefanía. La tesis era previsible: “Testimonios de aquellos que trataron con él, a menudo lo presentan como un hombre egocéntrico y arrogante… (Según el testimonio de un desertor cubano), el Che se subía a un muro y tendido de espaldas observaba las ejecuciones mientras se fumaba un puro… Yo establezco una analogía entre la figura del Che, en los años sesenta, y la de Osama Bin Laden hoy” –se pone finalmente en boca de Lee Anderson, uno de los biógrafos más acerbos del Che.

Ese mismo día, en el blog Los Miquis de Miami, una nota digna de revista del corazón como modesto aporte a la campaña: “Su madre (del Che) reveló a la biógrafa Julia Constela, que el Che había nacido el 14 de mayo de 1928, pero se inscribió el 14 de junio para presentarlo como sietemesino y ocultar así que se había casado embarazada. Esta revelación pone en solfa otra letanía ideológica del castrismo… (la de su fecha de nacimiento)”. Y para ilustrar la nota, nada mejor que la imagen desvaída del Che en una pared de Cape Town, Sudáfrica, con un elocuente pie de foto: “La leyenda se decolora”.

El 10 de octubre, después de la celebración del aniversario, PD nos propone el artículo de Raúl Rivero titulado “Otras muertes del Che”, publicado en El Mundo, de España. “Mucho antes de que Ernesto Guevara fuera tiroteado en una desvencijada escuela de Bolivia –pontifica Rivero a sus lectores españoles-- había sufrido, y sufre, algunas muertes sucesivas… Lo mató la crueldad con que dirigió los fusilamientos en la fortaleza de La Cabaña. Lo mató la incapacidad que demostró como ministro y presidente del Banco Nacional. Lo mató la prepotencia y el autoritarismo. Y lo mata, en estos tiempos, el empeño enfermizo de convertirlo en un modelo para las nuevas generaciones…” ¿Presenta Rivero alguna prueba verificable de sus acusaciones? Ni falta que hace. Los lectores de PD no las exigen.

El 7 de octubre, en vísperas de la efemérides, El País publicaba, y PD recomendaba, un provocativo artículo titulado “¿Dónde están los huesos del Che?”, del periodista francés Bertrand de la Grange. Para La Grange, bastaron apenas un par de sospechas mal pergeñadas, y ni una prueba, como quien se hace el muerto a ver el entierro que le harán, para recibir un buen espacio en El País. “En el mausoleo de Santa Clara –aventura--, todo es genuino, menos, tal vez, los huesos del Che… Pero el Che tenía que estar en La Habana antes del 26 de julio de 1997 para celebrar en grande el regreso del hijo pródigo y dar un poco de moral a los cubanos. Era la orden de Fidel Castro. Que no fue el verdadero, sería, después de todo, un mal menor”.

El 9 de octubre se suma al elenco de El País y de PD el inefable Jorge Castañeda, con el artículo “Aniversario del Che”. “El Che –se apresura a declarar el converso Castañeda-- dio la vida por sus ideas para lanzar un programa de renovación ideológica y de creación del ‘hombre nuevo’, (pero) todas esas ideas por las que murió fracasaron estrepitosamente”, olvidando decir, oh casualidad, que vivimos en América Latina el mayor auge jamás experimentado por las ideas socialistas, que son, a fin de cuenta, las que propugnó el Che. Pero la realidad no vale cuando la tarea encomendada es fabricar, a como diese lugar, una contra-narrativa en la que el Che y sus ideales quedaran satanizados en las páginas de El País, en el cuarenta aniversario de su caída en combate. “(Sobre estos hechos) –vuelve a la carga Castañeda-- sí sabemos tres cosas, que no deben ser silenciadas de nuevo: miles de jóvenes latinoamericanos murieron inútilmente por querer ‘ser como el Che’, esos intentos contribuyeron al surgimiento o la radicalización de las dictaduras militares y los regímenes de seguridad nacional en la región, y el legado del Che incluye también la demora innecesaria e injustificada en el surgimiento de una izquierda democrática y moderada, globalizada y moderna, en América Latina”.

Ese mismo día, en ABC, una vez más recomendado por PD, otro tránsfuga, esta vez cubano, de nombre Norberto Fuentes se encargaba de homenajear a la figura del Che tildándolo de “perdedor”. “Era sabido que su campaña de Bolivia había sido un fracaso –se apresuraba a subrayar Fuentes, en pos de la elusiva credibilidad para su anécdota. Pese a todo, y como una tozuda reacción de orgullo, había entre los cubanos la convicción de era un icono del movimiento revolucionario mundial y que su utilidad era inestimable… El consenso político cubano determinaba que existía un heroísmo indudable en el empaque de aquella derrota. Todos sabíamos que se había rendido, pero cuando tú te acomodas a una idea, ni las más sólidas evidencias logran hacerle mella fácilmente”.

El 10 de octubre, como colofón de la operación de contra-narrativa enfilada a negar al Che y su significado, en momentos de ascenso imparable de las fuerzas de izquierda y del socialismo latinoamericano, El País publicó, y PD volvió a recomendar, un editorial titulado “Caudillo Guevara”. Este escrito, sin firma, estaba destinado a medir la eficacia del diluvio de mentiras y manipulaciones sistemáticas vertidas sobre los lectores de este y otros periódicos españoles. “La disposición de entregar la vida por las ideas –sentenciaban los anónimos autores del editorial--, esconde un propósito tenebroso: la disposición de arrebatársela a quien no las comparta. Ernesto Che Guevara… pertenece a esa siniestra saga de héroes trágicos, presentes aún en los movimientos terroristas de diverso cuño, desde los nacionalistas a los jihadistas… Sus proyectos y consignas no han dejado más que un reguero de fracaso y de muerte”. Y cumpliendo las mismas indicaciones recibidas por Castañeda para su artículo, se repiten, al calco, idénticos argumentos, oh casualidad, que los del mexicano. “Seducidos por la estrategia del foquismo –repiten, casi textualmente, los editores de El País--, la única aportación de los seguidores de Guevara a la política latinoamericana, fue ofrecer nuevas coartadas a las tendencias autoritarias que germinaban en el continente… Por el contexto, la figura de Ernesto Guevara representó una puesta al día del caudillismo latinoamericano…. Hoy sólo conmemoran la fecha de su ejecución en La Higuera los gobernantes que sojuzgan a los cubanos o los que invocan a Simón Bolívar en sus soflamas populistas”. Contra lo esperado, la operación de guerra cultural y psicológica contra Cuba y el Che cocinada en las calderas de la CIA, con la participación entusiasta de los chicos literarios de siempre, y para la cual fueron arreadas las manadas de tránsfugas e intelectuales orgánicos de la derecha pro imperialista y filo neoconservadora de ambos mundos, no cerró con éxito. Todo lo contrario, una verdadera oleada de rechazo inundó la redacción de El País, provocó casi una huelga de sus trabajadores, que rechazaron el editorial de la patronal y la obligaron a publicar una coletilla rectificadora, además del artículo publicado por José Miguel Larraya, Defensor del Lector en dicho periódico. Bajo el escueto título de “Che”, Larraya publicaba el 14 de octubre que “el editorial ha provocado la mayor protesta de los lectores que este defensor recuerda”. Y después de citar algunas de las cartas de protesta de los indignados lectores, Larraya concluye constatando lo inocultable: “La simplificación alimenta las peores polémicas. Aquellas en las que los sentimientos se imponen a los argumentos y las simplificaciones a los hechos. El editorial terminaba diciendo que ya son pocos los que conmemoran su ejecución en La Higuera. Pero la polémica que ha suscitado ese mismo comentario demuestra que su memoria, el mito, está viva a ambos lados del océano”.

El 18 de octubre, forzados por la magnitud de la protesta de los propios periodistas de El País, los editores se ven obligados a publicar una breve nota bajo el título “La Redacción discrepa del editorial sobre el Che”, avalada por dos tercios de la plantilla, en total, 250 periodistas. El editor de PD, usualmente locuaz y expansivo cuando del tema se trata, tiene apenas un comentario sarcástico de diez palabras, mientras rumiaba la paliza: “¡Dios mío, en El País han vuelto a los 60!”

Todavía el 30 de octubre, Álvaro Vargas Llosa, hijo de su padre, publicaba en inglés, en The New Republic, la continuidad de la saga jabonera de La Grange, servida en frío para el lector norteamericano: “Who´s Buried in Che´s Tomb?” Como suele suceder en este tipo de operación de guerra cultural, Álvaro Vargas Llosas remite a un lector que, ya se sabe, no se tomará el trabajo de consultar ni comparar fuentes, al artículo de la Grange, como demostración de las acusaciones en contra de la autenticidad de los restos del Che que Cuba conserva. “Esta mentira –apuntaba-- tiene por objetivo movilizar a la población hacia el culto del Che, como si fuese un santo, y de la Revolución cubana, como si fuese una religión. Una brillante investigación del periodista francés Bertrand La Grange, recientemente publicada en España, ha demolido la versión oficial… No sorprende, desde luego, que el cuerpo del Che sea un mito. Todo lo relacionado con ese santo moderno es un mito: su amor por la justicia, su disposición romántica, su bondad. Lo cierto es que ejecutó a cientos de personas, arruinó la economía cubana, intentó convertir a Cuba en una potencia nuclear y ayudó a instaurar muchas dictaduras militares en América Latina, por reacción contra las guerrillas que inspiró en los 60 y 70”.

Es curioso que, después de este exhaustivo despliegue de opiniones contra el Che, tan encarecidamente recomendado por el editor de PD a sus lectores, el 27 de noviembre del 2007 haya apenas reseñado en una escueta línea una noticia, causante de su muy profunda frustración: “Cuba exhibe pruebas de ADN practicadas a los presuntos restos del Che”. Fin del folletín de La Grange. Fin de los ditirambos de Álvaro Vargas Llosa. Fin del abuso de adjetivos tales como “brillante” y “demoledor”. Pero no fin de la campaña.

El 2 de enero del 2008, por ejemplo, un jacarandoso editor de PD, conociendo el gusto de los cubanos por el baile, no duda en proporcionar un enlace, según el cual “el Che no podía bailar porque padecía una rara enfermedad neurológica llamada amusia, (lo cual, oh sorpresa) le cambia el sentido a nuestro famoso lema pioneril”. El 16 de febrero, PD mostraba, con verdadero alborozo, una foto tomada en una de las oficinas de voluntarios que apoyan la campaña de Obama en Houston, Texas, donde aparece en la pared una bandera cubana con la imagen del Che. El 10 de marzo, bajo el título de “Una foto incómoda”, un despistado Ernesto Hernández Busto nos intenta remitir a la imagen de una recepción, en los inicios de la Revolución, donde figura el Che junto a otros oficiales guerrilleros, y desliza, sibilinamente, que se trata de “revolucionarios con botas en una recepción de sus enemigos de clase”. Para su renovada frustración, quedaría claro luego, gracias a la aclaración de sus propios lectores, que se trataba de una recepción en la Embajada… soviética. El 14 de mayo publica unas fotos tomadas en un mercadillo de Dubai. En ellas, afirma, “compartiendo escaparate con bolsos y rolex falsos, la cabeza de Korda busca dar sentido a un maniquí demediado, y a los calzoncillos, seguramente también falsos, de Calvin Klein”. Y para cerrar este periplo didáctico por la orilla oscura de PD, y de su jihad por cuenta propia (y acompañada) contra el Che y la Revolución, los posts después del estreno del film de Soderbergh que nos regala un Ernesto Hernández Busto evidentemente aún atontado por la ovación de Cannes, son de una primitivismo decepcionante. Sin rebasar el desahogo pueril de cualquier comadre de barrio, PD nos enseña fotos de los tatuajes del Che de Myke Tyson y Diego Armando Maradona, invitados a la premiere, para que la galería de sus seguidores, casi todos anónimos, puedan graznar libremente, desahogándose con insultos que nacen muertos. “Yo espero que Benicio del Toro y Gael García, en una Cuba democrática, sean personas non grata” –cierra esta etapa de la kermesse del odio patrocinada por PD, un tal Saúl Sanfiel.

Pero aún hay más. El 30 de mayo, los ineludibles posts anti-Che llevan por título “La viuda del Che elogia a Benicio” y “Ejemplos de publicidad revolucionaria”. En el primero, los ataques contra el actor obligan a uno de los lectores a declarar que “Benicio del Toro es un actor bueno. Si les cae mal porque ahora hizo el argentino de marras, el problema es de ustedes. El sigue siendo un buen actor. Y ustedes unos pésimos críticos”. En el segundo caso, soñando enriquecer la contra-narrativa de la Revolución, PD enlaza a un anuncio de You Tube que tiene como personaje principal a un actor alemán que remeda al guerrillero en la playa, para anunciar un servicio económico de telefonía celular llamado “Che-mobil”. Y aquí la serpiente se muerde la cola, pues se trata de un corto en video que bien pudiera figurar en la exposición “iconoclasta” de Trisha Ziff, por donde comenzamos este leve muestrario de las mil maneras de que se vale uno sólo de los blogs dedicados a atacar la Revolución, en uno sólo de sus numerosos temas. Porque las direcciones de ataque son incontables, algunas, realmente risibles.

1 comentario:

  1. "El odio como factor de lucha, el odio intransigente al enemigo, que impulsa más allá de las limitaciones naturales del ser humano y lo convierte en una efectiva, violenta, selectiva y fría máquina de matar."

    El Che

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